El verano pasado estuve en una presentación del programa de Educación Financiera que ha puesto en marcha el MECD en colaboración con la Comisión nacional del Mercado de Valores y los principales bancos del país.
Ya entonces los argumentos que daban los responsables del programa para justificar la bondad del mismo me parecieron una falacia que pretendía adoctrinar al alumnado en el uso de productos financieros de dudosa ética. El programa me pareció una gran impostura en un currículum sobredimensionado y poco sensible a las verdaderas necesidades de formación económica del alumnado. Celebro ver corroboradas mis ideas al respecto en este lúcido artículo de J. Antonio Marina en El Confidencial.
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